Ana María Celis, integrante del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida: “Lo fundamental es la adhesión a Jesús”

Ana María es académica y directora del departamento de Derecho Canónico de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su compromiso desde muy joven con la Iglesia, la tiene desde el 2023 integrando el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida. Ana María se convierte así en la única chilena en participar de esta instancia que tiene por objetivo la promoción de la vida y del apostolado de los fieles laicos.

¿Qué pensaste cuando recibiste este nombramiento?

En verdad no me lo esperaba. Yo fui nombrada consultora del Dicasterio en 2018 y mi trabajo terminaba en 2023, por lo que pensé que me iban a decir que hasta ahí no más llegábamos. Entonces, vino Linda Ghisoni a participar de un coloquio sobre prevención del abuso y fue ahí, que se hizo público mi nombramiento. Fue una sorpresa total, inmerecida, no pensada. De los consejeros, tres pasamos a ser miembros, pero tuve el privilegio de ser la única a la que se lo dijeron en persona; el resto se enteró por la prensa. Fue muy emocionante, porque siempre he estado muy comprometida con la Iglesia y pienso que los laicos debemos trabajar de la mano con el clero por un bien común, que es servir a los demás y a Dios.

¿Cómo llegaste a ser integrante del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida?

Entré a estudiar Derecho sin que me gustara mucho, y siempre bien comprometida con la Iglesia. En ese entonces, participaba en Schoenstatt. Posteriormente, entré a las Hermanas Marianas, me salí y me titulé de abogada. Fue entonces cuando conocí a personas que me pidieron trabajar en el Tribunal Eclesiástico, por lo que me fui a estudiar Derecho Canónico a la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma. Ahí me gustó el derecho y estuve siete años yendo y viniendo, hasta que me doctoré. Contra el pronóstico de muchos, volví a Chile y comencé a colaborar con la Conferencia Episcopal, todo siempre pro bono, pues mi trabajo remunerado es en la Facultad de Derecho. Fui abogado eclesiástico ante el Tribunal Eclesiástico de Santiago y cuando comenzaron a salir a la luz pública los abusos de sacerdotes yo era asesora jurídica de la Conferencia Episcopal de Chile y comencé a participar en el Consejo Nacional de Prevención desde el inicio, entidad que aún íntegro.

¿Cómo compatibilizas tu trabajo en la Universidad con esta colaboración permanente que has tenido con la Iglesia?

Para mí es un lujo hacer lo que me encanta, que es estar al servicio de la Iglesia y la Facultad me ha ayudado mucho. Siempre me interesó trabajar para la Iglesia por el servicio a las personas. Para mí fue muy bonito trabajar en nulidades matrimoniales, fue muy gratificante, porque de alguna manera, personas que se encontraban lejos de la Iglesia, volvían a acercarse. Te diría que haber hecho mi práctica en la cárcel fue un punto muy importante, gracias al cual capté que podía ser muy útil como abogado y luego, como canonista y no desde una labor asistencial sino a través de mi profesión.

¿Crees que tu nombramiento es un signo de que la Iglesia se está abriendo a integrar más mujeres en su organización, que está yendo acorde con los tiempos?

Pienso que más importante que la Iglesia se abra a las mujeres, es que se abra más a los laicos. Siempre he creído que en la Iglesia chilena se da espacio a los laicos, fundamentalmente porque hay falta de clero. Creo que en este minuto a los laicos nos ha tocado participar mucho más y soy una convencida de que Dios nos llama a trabajar en unidad y complementariedad con el clero. Este es un tiempo precioso, que debemos aprovechar.

¿En qué consiste este nombramiento? ¿Cuál es tu rol en el Dicasterio?

Es una asesoría más directa, más reservada, trabajo en informes que me piden y cuando hay plenarias, cada dos años, debo votar cuestiones que tengan que ser sometidas al Papa como, por ejemplo, el acceso sacramental en situaciones matrimoniales irregulares, o cuestiones relativas a alguna asociación internacional de fieles.

¿Qué significa, en concreto, la misión de promover la vida y el apostolado de los fieles laicos? ¿En qué circunstancias las promueves?

Existen 117 asociaciones laicales, cuya supervisión corresponde al Dicasterio. Estamos para escucharlos, y ver cómo trabajan con la Iglesia, independiente del carisma de cada una, porque en definitiva todos servimos a un solo Dios. El Dicasterio también es el encargado de las Jornadas Mundiales de la Juventud, de la Jornada Mundial por la Familia, y recibe las visitas de los obispos para captar la temperatura en los diferentes países. También tiene a su cargo la prevención de los abusos en las asociaciones laicales, una gestión muy importante.

¿Cómo podemos ayudar los católicos laicos a promover esa misión que te otorga el nombramiento? ¿Cómo podemos ayudarte a cumplir tu misión?

Los laicos debemos animar, acoger e impulsar.

¿Cuál es tu mayor reto al aceptar este nombramiento?

Abrirme a la universalidad de la Iglesia, mirar la película completa. Estar para escuchar y acoger. Lo fundamental es la adhesión a Jesús y el resto está al servicio de eso.

¿Qué te gustaría dejar de legado cuando termine tu período como integrante del Dicasterio?

Poner sobre la mesa, la necesidad de colaborar juntos laicos, clero y consagrados, porque es posible. Muchas veces hay aprehensiones, pero me gustaría dejar como huella que es posible colaborar y que uno hace la diferencia con sus aportes y sin esos aportes no hay iglesia. Eso me entusiasma. Que no se detenga esta ola.