Invitado: Padre Pablo Arteaga.
Sobre “la presencia de Dios”, un concepto aún presente en nuestra cultura pero que no se discute como antes, conversaron María de los Ángeles Errázuriz, directora ejecutiva de Voces Católicas, y Mónica Larraín, psicóloga, en el podcast Cuidado del alma con el sacerdote Pablo Arteaga.
“Cuando Dios se le muestra a Moisés y Moisés le pregunta a quién le digo al pueblo de Israel que me manda a rescatarlo, el Señor dice ‘Yo soy el que Soy’. Jesús, el Padre y el Espíritu Santo, Dios uno y trino, es, Él es, y el que es está, siempre está. Dios es y está mucho antes que nosotros y para siempre. El está desde siempre y para siempre. Entonces, la presencia de Dios es la única verdadera presencia y toda presencia de lo creado, de los seres humanos, de la creación, en definitiva, se sostiene en la presencia de Dios. O sea, no seríamos, no estaríamos, si Dios no está, y como él siempre está, nosotros podemos estar. Entonces, la presencia de Dios es la que sostiene toda otra presencia y no existe nada sin Él”, explicó el padre Arteaga al introducir el tema.
María de los Ángeles Errázuriz: «Y pensando en los seres humanos, que todos nacemos con un profundo anhelo de plenitud, ¿por qué actualmente como que a veces no se nos ocurre buscarlo en Dios, sino en cosas, o en proyectos?»
Padre Arteaga: «Es muy cierto y es el constante drama humano. Fuimos creados por Dios con una sed infinita de plenitud, de felicidad, de una sed de infinito, podemos decir, y nada de esta tierra lo puede saciar sino sólo Dios, porque es el único infinito. Si en mi corazón hay una sed infinita inscrita desde la creación, porque fui creado a imagen y semejanza de Dios, entonces tengo un hambre y una sed de amor y de felicidad que nada ni nadie de esta tierra puede alcanzar a saciar, y lo constatamos, lo comprobamos. Voy buscando en mi vida un logro, una vez que lo tengo no me satisface. Quiero tener un auto nuevo, cuando lo compro ya algo me falta. Quiero la casa nueva, la casa propia, y una vez que la tenga, quiero otra casa u otra cosa. Quiero tener un título, me esfuerzo por eso y cuando lo tengo necesito más estudio, más títulos. Y así en definitiva. El ser humano es un insaciable, podemos decirlo, y sólo Dios puede saciarnos».
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