“El sínodo es al mismo tiempo método y el contenido del proceso”. Así trata de resumir Jorge Blake, sociólogo y vocero de Voces Católicas, la Asamblea del Sínodo de Obispos. En esta entrevista destaca que se trata de “un proceso que tiene demasiadas aristas”, por ejemplo, que en los sínodos ya “no participan solo obispos”. Ello influye en los temas tratados, cuáles serán los efectos prácticos y cómo estos y otros elementos confluyen para impulsar la sinodalidad, es decir, “un modo de ser Iglesia que consiste básicamente en reconocer que por la dignidad de hijos de Dios, todos tenemos participación en construir la Iglesia”.
¿En qué consistió la asamblea básicamente?
La celebración de sínodos en la Iglesia es de larga data. La Iglesia ha celebrado muchos sínodos. Y los sínodos son reuniones para tratar temas relevantes de la Iglesia, de la realidad, de la sociedad, del mundo, y ofrecer una mirada pastoral acerca de eso, y especialmente cómo acompañar, pastoralmente, esas nuevas realidades que van emergiendo. En la tradición reciente, los sínodos estaban regulados en la normativa eclesial, fundamentalmente, como reuniones de obispos, y en 2018 el Papa Francisco escribe Episcopalis Communio, que cambia la normativa de cómo se celebra un sínodo, para establecer que la asamblea sinodal no es ya un cuerpo episcopal, sino una asamblea eclesial. En simple, que en los sínodos no participan solo obispos. Entonces, no se puede entender de qué se trató la asamblea si no entendemos quiénes participaron. Es decir, la cuestión fundamental de la asamblea, la noticia, más que lo que se dijo en la asamblea, es quiénes asistieron.
Es decir, un aspecto formal.
Un aspecto formal, porque hay algo regulatorio, ya que se cambió la norma con Episcopalis Communio, pero luego se transforma en algo sustantivo. Es la Iglesia en su diversidad en una asamblea. Esa es la noticia más importante. ¿De qué se trató la asamblea? La asamblea básicamente es una etapa dentro de un proceso. El sínodo tiene tres etapas. En la etapa diocesana, todas las Iglesias locales discernieron cómo caminar hacia una Iglesia más participativa, dialogante y en comunión. Luego, en la fase continental, donde se recogieron las conclusiones de las fases diocesanas, y a nivel de asambleas continentales, se discernió cuáles debían ser los grandes temas de la asamblea de octubre que recién fue. Hubo una asamblea continental, por ejemplo, en Brasilia. Yo participé con la delegación en Chile y ahí habían hermanos de Brasil, de Argentina, Uruguay, Paraguay, y eso se hizo en todo el mundo. Entonces, lo que llega Roma son los puntos que las asambleas continentales definieron que los sinodales deberían tratar en la asamblea de octubre.
¿Cuáles fueron los temas más importantes?
El rol de la mujer, tema clave. La participación de los laicos en una mirada de mayor corresponsabilidad con los sacerdotes, diáconos, vida religiosa, consagrada. El tema de la participación en la liturgia: cómo se celebra la fe con un modo en que todas las personas estén más incluidas, que todas las personas tengan un rol más activo. Y luego hay muchos temas más específicos, por ejemplo, qué pasa con las diversidades de género, con todo el tema de la identidad de género; las realidades familiares, afectivas, sexuales, que hoy día son parte del mundo, y que la Iglesia no sabe cómo mirar, no sabe cómo incorporar, no sabe cómo vincularse. Al final, el paraguas de todos estos temas que son tan diversos, es la sinodalidad misma, porque lo paradójico de esto es que este es un sínodo sobre la sinodalidad. Es como tautológico. El sínodo es al mismo tiempo método y el contenido del proceso, porque el sínodo es un proceso, es una metodología, es discernir, escuchar, pero el sínodo al mismo tiempo encarna un modo de ser Iglesia. La sinodalidad es un modo de ser Iglesia que consiste básicamente en reconocer que por la dignidad de hijos de Dios, todos tenemos participación en construir la Iglesia, que todos tenemos la dignidad para ser parte de la construcción de la Iglesia. Nadie puede ni debe quedar fuera.
¿Eso se resume, por ejemplo, en que todos somos Iglesia?
Claro, que es algo que está dicho hace rato, desde el Concilio Vaticano Segundo, con la imagen de la Iglesia de Pueblo de Dios, pero que no había tenido hasta ahora un concepto tan claro que lo tradujera pastoralmente. La aplicación pastoral de la eclesiología del Pueblo de Dios, quizás lo más cercano que hemos logrado como aplicación, es la idea de una iglesia sinodal. Un ejemplo concreto: un sínodo cuya asamblea es una asamblea eclesial y no un cuerpo episcopal. Es más sinodal en este sentido.
¿La aplicación práctica?
Es como que estaba la ley, pero faltaba la norma. La noticia es quién fue convocado y quién compuso esa asamblea, y cómo la asamblea adquiere un carácter de implementar una mirada, una concepción de lo que es la Iglesia. Eso es muy novedoso para un sínodo, porque lo que se suele decir es que los sínodos discuten muchas cosas, pero al final no definen nada o no cambian mucho. Estamos hablando de diaconado femenino, entre otras cosas, por ejemplo, que es algo bastante concreto y que va a tener resultados y respuestas. Estamos hablando de reconocer las resistencias hacia la sinodalidad y buscar sus causas. Otra cosa que se pide, por ejemplo, es un foco muy importante en el ecumenismo, buscar celebraciones ecuménicas, buscar diálogo con otras religiones para celebrar lo que hay en común. Son cuestiones bastante prácticas que llegan a un nivel de detalle bastante asombroso.
¿Cuáles serían los otros efectos que podemos esperar de esta asamblea?
Creo que va a empujar principalmente a que las conferencias episcopales, a nivel mundial, emprendan una serie de reformas a las estructuras de gobierno y participación. Estamos hablando de consejos diocesanos, consejos pastorales, consejos parroquiales, consejos económicos, buscando más sinodalidad, es decir, más diversidad, más participación, más transparencia en quiénes deciden y cómo se decide. Fuerte foco en mayor rol de las mujeres en la toma de decisiones, fuerte foco en mayor rol de los laicos, en Iglesias más abiertas a la diversidad, a la inclusión de diversas formas de vivir la afectividad y la sexualidad. Eso va a avanzar según la sensibilidad de cada conferencia episcopal.
¿Esta forma de abordar los temas cubre también cómo se gestionen las denuncias y las crisis por abusos sexuales?
Aparece la conciencia del rol de la Iglesia en los abusos en todas sus formas, y de que el abuso tiene causas estructurales. Hoy día prácticamente todas las conferencias episcopales del mundo cuentan con oficinas de prevención, las congregaciones han creado centros de prevención y reparación, y la formación en prevención se ha vuelto obligatoria. Hay todo un apartado que habla de arrepentimiento y sanación, de reparación del daño causado.
¿Una lectura de todo este proceso, quizás a la rápida e incompleta, es decir que la Iglesia busca ser más “democrática”?
La elección democrática es meramente una es una cuestión de mayorías, mientras que la sinodalidad es un proceso creyente, porque supone que Dios manifiesta algo, Dios dice algo, Dios tiene un deseo, y en el fondo la premisa es que el modo más verdadero de conocer ese deseo es participando todos. Es decir, somos capaces de responder mejor a lo que Dios sueña para la Iglesia cuando todos juntos buscamos cuál es ese sueño, y todos tenemos la posibilidad de decir cuál creemos que es ese sueño desde nuestra experiencia de Dios.
¿Entonces, los laicos de Chile pueden esperar más instancias de participación?
Sin duda: consejos episcopales, que van a reformar sus consejos pastorales, parroquiales, consejos económicos. Esas son instancias de participación y van a abrir esos espacios y transparentar sus procesos. No en todos los lugares va a ocurrir de la misma manera con la misma intensidad, por cierto, pero esa es la direccionalidad común a la que va a conducir el sínodo.